Uno de los ámbitos fundamentales a abordar en el
devenir educativo y vital de los niños y niñas con autismo es el juego, al ser
una pieza fundamental en su desarrollo cognitivo, comunicativo y social. En la
publicación de hoy y en la de la próxima semana vamos a realizar una revisión
sobre cinco propuestas de clasificación de autores y autoras de referencia en
relación con las fases del juego y sus peculiaridades en el espectro del
autismo.
Hilde De Clerq
Hilde
De Clerq en su libro “El autismo
desde dentro” (si quieres saber más sobre esta publicación pincha aquí) nos
plantea las reflexiones sobre el juego que planteamos en los párrafos siguientes.
En el desarrollo de las habilidades lúdicas, se pueden
distinguir diferentes fases sin que necesariamente se apliquen a límites de
edad rígidos. Algunos niños y niñas aprenden rápidamente, otros más despacio y
otros tienen intereses específicos. La comparación entre la forma de jugar de
los niños y niñas de desarrollo típico con los de los niños y niñas con autismo evidencia que el autismo se va manifestando con más intensidad a lo largo de
ese desarrollo.
Manipulación
Simple
Durante
la fase de manipulación simple (4 meses) el niño o la niña investiga su entorno
lamiendo objetos, empujándolos, lanzándolos.
Los
niños y niñas con autismo no son tan curiosos: la exploración es limitada y no
muy variada. No juegan con un juguete como tal, sino que muestran una atención
exagerada por algún detalle; por ejemplo pueden pasar horas dándole vueltas a
la rueda de un coche o muestra su interés en la bandera de un barco.
Juego
de Asociación
Progresivamente,
alrededor de los 8 meses de edad, los niños empiezan a recoger objetos y a
agruparlos y a este tipo de juego se le llama de asociación o combinación.
Comienzan
con combinaciones sin sentido que se vuelven más significativas, descubriendo
con el paso del tiempo qué tiene sentido y qué no y aprende de eso. Al
continuar con la búsqueda de objetos que tengan sentido, empiezan a atribuir un
significado a esas combinaciones.
Con
el autismo, esta clase de razonamiento es problemático y no aparece la
construcción de un vínculo sensible y significativo, que es el objetivo de esta
fase. Con frecuencia los niños con autismo se aferran a asociaciones que no
significan nada para las personas neurotípicas; aún así, el niño o niña con
autismo pensará que son significativas desde su propia e idiosincrásica forma
de razonar.
Juego
Funcional
En
el desarrollo típico, normalmente el juego de asociación lleva al juego
funciona (12-18 meses). En esta fase, el niño o niña empieza a imitar y a
llevar a cabo acciones funcionales y concretas. A veces, estas acciones están
dirigidas a otros objetos (una taza va en un plato o una muñeca en una cama) y
otras veces a sí mismos (peinarse) o a otras personas. Gradualmente estas
acciones se asocian unas a otras.
El
niño o niña con autismo suele utilizar los juguetes de forma estereotipada, sin
mucha variedad y con una necesidad de imitar que no va más allá del juego
funcional que ha aprendido o copiado. Para ellos, tratar con objetos o personas
en la forma de un juego es difícil.
Juego
Simbólico
El
juego se vuelve más complejo e intrincado. Los niños y niñas empiezan a
atribuir significados y a tratar con símbolos en su desarrollo del habla y
empiezan a utilizar la imaginación.
El
juego simbólico aparece aproximadamente entre los 18 y los 24 meses. Las
dificultades para los niños con autismo se muestran más claramente durante esta
fase cuando hay que ir más allá del sentido literal de las cosas. En esta momento,
los niños incluso pueden “hacer como si…” sin ningún objeto en la mano; en
cambio los niños con autismo muestran más claramente una dificultad en su capacidad
de imaginación: “hacer como sí…” es difícil, ya sea de forma aprendida o
copiada.
Los
niños y niñas con autismo que saben hablar o que presentan un mayor desarrollo
en sus capacidades pueden aprender a “hacer como si…” realmente (es decir la
relación entre el desarrollo simbólico y el desarrollo comunicativo-lingüístico),
sin embargo la comprensión de las relaciones, así como el desarrollo de la
empatía y de las habilidades sociales, presentan dificultades. Además les suele
resultar difícil distinguir entre fantasía
y realidad.
En
un momento dado, los niños y las niñas empiezan a experimentar con un
determinado rol que han llegado a dominar, sin que sea necesario que realicen
todas las acciones vinculadas con dicho rol. Al involucrarse en una acción o en
una serie de acciones, con frecuencia, las abrevian o abandonan. Por ejemplo:
una niña juega a que es una mamá y en vez de decir “voy a preparar la cena”,
dirá. “cocinando, cocinando… ¡listo! porque quiere ir a lo divertido: servir la
comida.
El
significado se ha vuelto más importante para la niña que la acción misma, algo
que ya se puede observar a los tres años y medio. Cuando su abuela empieza a
planchar, siempre quiere la tabla pequeña de planchar las mangas, su plancha de
juguete y algo qué planchar, solo para copiarla. “Ya está. Listo” exclama
después de pasar una vez la plancha. Piaget llama a esta
evolución “el avance hacia el juego simbólico.”
Para
los niños y niñas con autismo, todo lo que es abstracto y simbólico supone un
problema: el juego de roles, el hacerse pasar por alguien, representar el rol
de otro… Los niños no sólo tienen que tratar de asumir un rol y realizar las
acciones que forman parte de ese rol, además, deben asumir las emociones de las
personas que fingen ser. No se trata de una capacidad práctica: si son capaces
de ponerse en la piel de otra persona el juego de roles ocurre por si mismos.
Los
niños que juegan mucho a los juegos de intercambio de roles entienden con mayor
claridad lo que les ocurre a los demás en comparación con los niños que juegan
muy poco a esa clase de juegos (Sandberg
y Meyer-Bahlburg). Adaptan su uso del
lenguaje al rol que están representando. También se requiere empatía y teoría
de la mente, cuestión problemática para los niños y niñas con autismo y por
ello sorprende que a menudo repitan los mismos monólogos o situaciones una y
otra vez, con el mismo estilo, e imitados
a la perfección.
Los
niños pueden aprender el lenguaje y las habilidades comunicativas por medio del
juego. El juego consiste en copiar o repetir lo que ven y oyen de otros niños y
adultos. Algunos niños con autismo no
juegan ni se comunican; en cambio, otros desarrollan, a primera vista,
todo un complejo juego o un uso complejo del lenguaje y del vocabulario, pero
un análisis más detallado muestra que probablemente ambos tienen, más o menos,
poco o ningún sentido desde un punto de vista normotípico.
Juego
Social
Entre
los 4 y 6 años, un niño o niña sabe jugar socialmente. Juega activamente con
otros, tomando en cuenta las reglas del juego y a sus amigos.
Las
dificultades sociales de los niños con autismo se manifiestan en esta fase con
claridad. Encuentran difícil el jugar con los demás o demostrar una verdadera
implicación personal. A menudo jugarán exactamente como se les enseñó.
En
resumen, para esta autora durante las primeras fases del juego no hay necesidad
de “atribuir un significado” a las acciones o a los objetos. Un grupo limitado
de niños con autismo no muestra muchos problemas durante estas fases. En fases
posteriores, las dificultades con el lenguaje y la comunicación, con la
conducta social, con la empatía, con la imaginación y con la atribución del
significado se entrelazan convirtiendo al autismo en una diferencia respecto al
juego más visible.
Patricia Howlin, Simon Baron-Cohen y Julie Hawdin
En
su libro “Cómo enseñar a los niños con autismo a comprender a los demás” (si
quieres saber más pulsa aquí) Howlin, Baron-Cohen y Hawdin plantean 5
niveles o estadios en los que se desarrollo el juego. Vamos a repasarlos:
Juego
Sensoriomotor
Este
ocurre cuando el niño o niña manipula juguetes. Incluye golpear, blandir o
chupar objetos. También incluye conductas ritualísticas o estereotipadas, como
alinear juguetes o separarlos por tamaño o color.
Juego
funcional emergente
Se
produce cuando el niño o niña usa los juguetes socialmente de manera
convencional pero sin carga simbólica (por ejemplo poner una taza sobre un
plato o empujar un coche). Los autores consideran alcanzado este nivel si se
observa uno o dos ejemplos de este tipo de juego durante sesiones grabadas de
10 minutos.
Juego
funcional establecido
Se
considerará que los niños han alcanzado este nivel si demuestran al menos tres o más ejemplos de
juego funcional en una sesión grabada de 10 minutos con conjuntos de juguetes.
Juego
simbólico emergente
Este nivel de juego incluye:
a) Sustitución de objetos: en la que se hace que
un objeto haga el papel de otro. Por ejemplo, un niño puede simular que un
bloque de madera es un coche.
b) Atribución de propiedades simbólicas: implica
atribuir falsas propiedades a un objeto durante el juego. Por ejemplo, cuando
un niño limpia la cara de su muñeca como si estuviera muy sucia.
c) Uso de objetos/escenas imaginarios: se
considera que un niño o niñs usa objetos imaginarios al jugar cuando se
comporta como si los objetos ausentes estuvieran presentes. Esto incluiría, por
ejemplo, beber té de tazas vacías o hacer que un coche tenga una colisión
imaginaria.
Un
niño alcanzaría este nivel si produce espontáneamente uno o dos ejemplos de
cualquiera de lo antes descrito durante una sesión grabada de 10 minutos con
conjuntos de juguetes.
La
distinción simbolismo-realidad
Aquí
el profesor o profesora realiza una acción simbólica y después pregunta al niño o niña si
lo está haciendo en realidad o simplemente está simulando. Si responde
correctamente, se considera alcanzado el nivel.
Juego
simbólico establecido
Se
alcanza este nivel si el niño produce espontáneamente al menos dos o tres o más
ejemplos de cualquiera de los tipos de juego listado en el nivel del juego
simbólico emergente durante una sesión grabada de 10 minutos.
Hasta
aquí la primera parte de la publicación sobre el juego. La semana que viene
continuamos con otras tres perspectivas de clasificación de autores y autoras de
referencia.
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